Una caricatura democrática



A veces, a uno mismo le cuesta entender lo que está ocurriendo en Venezuela, donde se instauró una dictadura “sustentada” en leyes democráticas. “Verisimilitud” que nos asombra cuando advertimos como Chávez sin parpadear, mediante una ley habilitante, implanta leyes que no son afines a la constitución y de corte comunista. Leyes que fueron denunciadas oportunamente y las apilaron los camaradas para ser utilizadas en su momento oportuno. Entre éstas, nos topamos con una incomparable, en adelante para endeudar al país no serán necesarios los filtros de la Asamblea Nacional ni del Banco Central. 


Ya el descaro es tal, que contraer deuda será discrecionalmente potestad del Presidente, sin ninguna normativa ni prioridad valedera para los habitantes de Venezuela. Siempre he pensado cómo recogerá la historia estos trece años y probablemente los que falten; a lo mejor con un desenlace tan inesperado y sombrío como ocurre en las películas de ciencia-Ficción. No debe pasar otra cosa en este inopinado sobrevenir, a pesar de observar todavía tantas almas esperanzadas en la voluntad de un solo hombre, que no ha hecho nada durante más de dos periodos presidenciales. 

Cualquier derrochador gobierno de la otrora democracia, hubiese sido un paraíso al lado éste. En la época de Carlos Andrés Pérez con menores ingresos petroleros, y en su empeño de hacer ver que aquí había pleno empleo, advertíamos a los venezolanos henchidos de alegría, y el dinero y las ilusiones monetarias, eran más que eso para que nos llamaran la Venezuela Saudita. Bastaba con decir que estábamos desempleados para que nos pusieran un paltó e inmediatamente comenzáramos a trabajar, y si la cosa no nos iba como suponíamos, nos correspondía una doble indemnización por despido injustificado. Con la riqueza malgastada en estos últimos trece años se han podido construir varios Dubai, y ninguno de los venezolanos estaríamos obligados en trabajar sino recibiendo pingues pensiones de esa generosa “revolución”. 

Cualquier suceder fue mejor, por ello, no le encuentro un acomodo en la historia a esta absurda “revolución”, pareciera que el país esta despoblado o bajo el encantamiento de unos ovni. No hay reacción cierta y las esperanzas de un cambio en momentos se hacen etéreas. Las fantasías están sujetas a la parte convencional o emocional de los individuos. Ya la oposición escogió un candidato y el resto de los participantes que tantas alabanzas hicieron por la unidad están casi inactivos, los otros ex candidatos ya no portan por las barriadas, ni los grupos políticos se hacen presentes. Solamente están pendientes de los informes del doctor Marquina despachados a distancia, como si esa fuera la ideal solución para la Venezuela enjuta, o manirrota de los camaradas. 

La historia no fluye, no discurre, sino seguimos atados con la cabuya bien corta. Esperanzados o desamparados ante las incomprensiones, cuando miramos al mismo presidente dando sus partes médicos sin saber la certidumbre de su dolencia, y llorando ante los santos, cuestión extraña para un ateo. 

No es justo que esta patria esté padeciendo de un cáncer y que no haya un tratamiento oportuno, y el gentío en cambote resignados a morir, o a seguir morando en este país sin vida, sin historia y sin futuro aparente. Y que muera la opresión dice la letra de nuestro himno nacional. Cuál opresión, si aquí estamos “democrática y libremente” expresándonos como si nada estuviera ocurriendo, que hasta he llegado a rumiar es cierto. 

Será que este indeterminado periodo se hallará recogido por la historia como una “dictadura democrática”, o a qué cosa lo referirán cuando ya muchos de los que vivimos, seremos difuntos por razones naturales, o a causa de la perfecta inseguridad que tanto le gusta a este pueblo, mirando a los cadáveres intrépidamente como parte del paisaje.



Francisco Alarcón

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