Esa expresión tan utilizada por quien le expropió el corazón a Venezuela y no se lo pagó ni se lo pagará, es la que ahora alude el pueblo de manera jocoseria como término de rapacería, y toma sentido dramático viendo los resultados de lo que es actualmente el país. Expropiaciones por todas partes que fueron matando la actividad económica, comenzando con la agroindustria en vías de desaparición, aquellos inmensos centros de producción hoy reducidos a la miseria, nunca lograron levantar nada, ni siquiera los repartieron para que fueran remplazados por manos hábiles que, consiguieran justificar su cambio de propietario. Fue una agresión a la Venezuela pujante con deseos de seguir en ruta hacia el mundo moderno y no el regreso de “Juan el Veguero”, rodeado de zamuros con hambre y desventura alojadas hasta en sus huesos. Un retorno al pasado, una negación al adelanto, una venganza contra los venezolanos trabajadores e industriosos, una plaga para el campo y para la misma naturaleza.
Exprópiese será la desgracia de este pueblo, si no se logra detener a su “forjador” a su imitador de lo que es la carroña cubana, cincuenta años que desolaron a un país otrora prospero, empobrecido por el desalmado de Fidel Castro; quien se arrastró a los soviéticos para convertirse en bastión comunista agresor de Latinoamérica y extender la “guerra fría” exponiéndonos a la tercera guerra mundial sin pensarlo, por un capricho “revolucionario.” En la actualidad el cubano está subyugado por la miseria sin que Fidel ni Raúl, encuentren como darle comida y vivienda, a los viejos pobladores de la isla, a sus “vasallos” penados en sus casas o mazmorras igual que como ahora ocurre en Venezuela. Somos los émulos de esa indigencia porque así lo decidió quien está expoliándole todo a esta nación, sin permitirles a sus habitantes vivir en armonía. La desgracia implacable que se apoderó de este país desde que los militares irrumpieron en la política con los glorificados golpes de Estado. Sí, la eterna suerte adversa que no nos ha permitido prosperar, porque cuando existe un atisbo para hacerlo, inmediatamente irrumpen los conspiradores de siempre, para vejar la dignidad de esta Patria. En este caso se buscaron un bufón que ha resultado más cruel que cualquier otro ser, henchido de hondas “convicciones” aunque fueran impropias. Estamos a la disposición de Fidel Castro, aquí se le copian sus órdenes, siendo un anciano que ya no encaja en este mundo y precedido de fracasos con luctuosa trayectoria, nos quieren trasladar a sus predios comparables al infierno. Son los camaradas venezolanos los creadores de ese nuevo mundo tan magnifico, ya no nos parecemos en nada a lo que fuimos en reciente historia. Además de contaminar al resto de Latinoamérica viendo a los siervos de Bolivia y Ecuador copiándose similares métodos, ahí van un pasito atrás de lo que aquí se improvisa, marchan acabando con la calidad de vida de sus pueblos y poco a poco los van expropiando de cuerpo y alma ¿y todavía hay venezolanos qué creen en la “revolución”? ¡Qué disparate! Castro ha sido la anatema de Latinoamérica, aquí están los resultados, aunque tardíamente se consuma su venganza contra las naciones libres a través de sus acompañantes. La miseria tiene quien la importe desde Venezuela, hallando bastante adicción por los camaradas que les gusta crear feudatarios y enriquecerse a expensa de un país que fue soberano.
Exprópiese no pasará de moda hasta que no salga su autor, nos recibirá el año entrante con una expropiación mayúscula, cuando nos expropien otra vez el bolsillo con otra devaluación, y seguirá como la corrientes de los ríos crecidos irrumpiendo en nuestros hogares y en nuestras vidas, ineluctablemente si no nos resolvemos decididamente a oponernos a esas expropiaciones que matan, que condenan y pudieran representar largos años más sometidos al comunismo cubano, con exaltaciones a la ex URRS como si Putin fuera su válido camarada, llenándonos de aviones chatarra, y de cuanto desperdicio les quede por allá y no acierte a nadie para vendérselos. Seguiremos siendo los grandes receptores de los residuos de ese mundo perdido y desencajado de los iraníes y de cuanto golfo exista en el universo de las antiguas creencias marxistas, los ácratas del orbe continuarán siendo nuestros guías y preceptores para tutelar a la “revolución” invisible, que nos condenó y expropió nuestros corazones.
Francisco Alarcón
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