Diario 2001/Noticiero Digital, Venezuela Analítica y en Argentina: La Historia Paralela
Cuando en este país se preservaba la moral y las buenas costumbres y de chamos, íbamos al cine, las películas se clasifican como censura A, las aptas para todo publico, Como B donde se mostraban escenas “eróticas” o de mediana violencia y estricta cesura C, las que descubrían al rojo vivo situaciones conflictivas que transfundían la ficción, o alguna dama mostraba su trasero. Era una censura inofensiva, de moral venial para lo que vemos y vivimos hoy.
Actualmente en la Venezuela “socialista”, comunista o procreadora del socialismo del siglo XXI, esas censuras leves y bien forjadas se perdieron, salir a la calle es riesgoso, topándonos con cualquier adefesio abusador de las buenas costumbres. Pero lo más peligroso son las declaraciones de los “personajes” del gobierno estimulando la violencia y las provocaciones permanentes del Presidente, advirtiendo que su “revolución” está armada, concluyendo sus declaraciones en pletóricas intimidaciones. Ya los venezolanos conocemos está “revolución” responsable de 100.000 muertos, hecho también evidente para nuestros vecinos. Venezuela después de ser “un paraíso” con todos sus vicios se convirtió en un desolladero, donde a la gente la asesinan por nada y hemos llegado a límites inauditos, casi perdiendo nuestras peculiaridades.
Por ello, sugerimos a los ciudadanos se recuerden de aquellas “censuras” que, aún siendo obsoletas son preferibles al libertinaje y matanza actual, y cuando oigan a uno de estos señores del oficialismo preconizando la violencia le pongan mentalmente el carteloncito que, advertía las escenas de violencia.
Bueno, disculpen si es una ilusión casi inocente rememorar este asunto, olvidando que en esta patria se va perdiendo todo y aunque hagamos el esfuerzo mental de recordarlo y de dar “clases” de moderación, no será suficiente para regresar a una Venezuela decente a corto plazo. Se necesitaran muchos esfuerzos del espíritu “libertario” de este pueblo cual, parece haberse perdido en el conformismo y las vagas promesas de un “mesías”
Los venezolanos lucen licenciosos en su pudor, persiguiendo unas supuestas riquezas ofrecidas por “La revolución,” evocando a nuestros incautos conquistadores del siglo XVI, empecinados en descubrir el Dorado y terminaron en un rotundo fracaso.
Aquí se consumieron los dorados, lo que vamos es derecho hacia la ruina y ruindad con un “héroe” tarambana, que pronto se coronará como Presidente vitalicio si lo permitimos. Y los venezolanos continuaremos en franca decadencia hasta alcanzar los niveles de pobreza, de no sé cuáles países señalar: Cuba, Zimbabwe o Corea del Norte, porque nadie quiere ser pobre ni vivir en dictaduras, a pesar de estar sometidos a ellas. Sin embargo, con posibilidades todavía de salvarnos no damos un paso al frente para hacerlo. Tampoco quiero pensar que algunos compatriotas se den por derrotados y entregados a las “riquezas pasajeras”. Creo en un resquicio moral que no se ha puesto en práctica, redimiéndonos de tan terrible situación de violencia y violaciones de todos los principios. Estamos hartos de que nos señalen en el extranjero de malandros, traficantes, cuando hasta hace muy poco se nos catalogaba como una nación en vías de desarrollo e incorporados a los progresos tecnológicos. En la actualidad estamos “subordinados” a unos camorreros, y cómo ellos dicen armados hasta los dientes, pasando todos por sinvergüenzas.
Son tiempos de las censuras C, para limitar el avance de estos impostores, de despertar de la pesadilla. Venezuela se hunde en sus excrecencias, por error propio, con gente que se autodefine como Ni-ni. Con instituciones castradas, y con militares que parecen preferir un régimen que les impone “Patria Socialismo o muerte,” copia al carbón del comunismo cubano. La Constitución establece que esas armas son para defender la dignidad de la patria y su soberanía, no para salvaguardar la ignominia. Señores acuérdense que, hasta hace muy poco éramos personas de honor con la arcaica “estricta censura C”.
Francisco Alarcón
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