Los resultados de las elecciones parlamentarias demostraron que la disidencia en Venezuela es mayoría y quizá siempre lo fue, que la “revolución” nunca anduvo más allá de una alharaca chambona, sin principios ni ideales con resultados funestos y a la vista de todos disociando un país empobrecido y destrozado.
Posiblemente ese 52% que obtuvo la unidad es mucho mayor, y el resto obtenido por el oficialismo serán cifras marginales infladas de distintas maneras. Pero pronto empezará a llegar la debacle al oficialismo, cuando todos esos obligados empleados estatales no quieran seguirle acompañando, cuando tengan que justificar un presupuesto ante una Asamblea Nacional plural que le exigirá cuentas. Serán cambios radicales para que esta tierra comience a renacer, bueno, digo radicales para quienes se creyeron que Venezuela era su posesión, y los erarios públicos era dinero propio que cargaban en los bolsillos. Se adicionarán al descontento, magistrados y altos funcionarios de otros poderes que no querrán verse involucrados en lo que fue una orgía aciaga. Así siempre ocurre con el perdedor, ni a misa se va con él y ese día tenía que llegar para darse cuenta el pueblo venezolano que todo fue una jácara,
hipotecando nuestra soberanía y subordinándonos a los designios de Fidel Castro. Saldrán muchas cosas a relucir y si trataran de borrar o quitarles atribuciones a esos nuevos diputados electos por el pueblo, se verá Venezuela involucrada en una situación explosiva. Tendrán que rendir cuentas todos esos adulantes que se declararon rojos, rojitos y que deben volver a cumplir con sus obligaciones, o serán encubridores de una aventura infeliz llamada el “socialismo del siglo XXI”. Una “revolución” sepultada y que actualmente identificarse con ella puede significar hundirse con ella. Las secuelas se verán prontamente con los perdedores, a nadie le gusta cerrar filas, y los dineros de todos los venezolanos no se podrán seguir regalando a diestra y siniestra. Se acabará el festejo y las ayudas a gobiernos “afines”, con una solidaridad mal concebida.
Venezuela será otra, surgió unitariamente una disidencia con una nueva generación formada en los clamores de estos últimos doce años, mucha juventud y vigor para no claudicar y llevar la obra hasta el final que les devuelva su democracia a todos los venezolanos. Quedó demostrado por segunda vez que, este pueblo ni quiere ni acepta comunismo, tendrá el oficialismo que volcarse a la reconstrucción de lo que echaron abajo, a cumplir con sus obligaciones, a resolver el problema de la electricidad como debe ser, a combatir el hampa y garantizarles seguridad a los venezolanos, a restituirle las propiedades confiscadas a sus legítimos dueños para que de nuevo comiencen a producir, a no comprar más chatarra bélica, a regularizar el comercio con los países vecinos y nuestros socios tradicionales para que no siga la escasez de alimentos, medicinas y otros bienes esenciales, a combatir la inflación trabajando, a darle el debido uso a los medios de comunicación del Estado y no embasurándolos con espacios chocarreros y largas cadenas insustanciales.
Reponerle la decencia a las instituciones y entender que Venezuela es un sólo país a donde todos debemos caber y comprendernos, que las leyes y la Constitución se respetan y que las Fuerzas Armadas están al servicio de ella y no “del patria, socialismo o muerte”. El rescate debe entrar de inmediato será la única manera de coexistir y de evitar mayores confrontaciones, aquí quien manda es el pueblo y no un único hombre, o el caudillo. Esto será obra de todos para lograr el bienestar y avenimiento de los venezolanos. Esa nueva Asamblea plural será el comienzo del recuentro entre los ciudadanos de esta nación y no la confrontación de dos parcialidades como quisieron hacerlo ver sectores radicales del oficialismo, ni los mismos camaradas desean eso y entienden que llegó el momento de enmendarse, de cambiar para bien y se verán obligados en ser los primeros en exigir la renuncia de ese CNE incompetente que, tantas molestias y aberraciones a inflingido a la sociedad, puesto en evidencia con su insolvencia, que en este momento no lo observan únicamente en el ámbito doméstico sino en el mundo entero. Manos a la obra que hay tiempo de revertir estos doce años de desidia y corrupción, adelante “camaradas” y no camaradas que ya los rojos, rojitos dentro de poco no serán nada.
Francisco Alarcón
http://2001.com.ve/articulo_opinion.asp?registro=5332
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