
El régimen se empeña en acorralar a la sociedad civil, en acabar con la industria privada y la libertad, entretanto, indeteniblemente la inflación socava su estabilidad. Nada de lo que demuela en este momento el gobierno podrá ser sustituido o mejorado por algún proyecto suyo, todo va rumbo a la improvisación y a una especie de venganza enfermiza. Sólo quedarán las escorias de este proceso destructivo. Las leyes habilitantes funcionarán estrepitosamente para terminar con la confianza de los inversores, la moneda existirá como una referencia simbólica, devaluada y envilecida, quizás para el trueque. Las imprevisiones de la “revolución” son tales que nadie sabe su rumbo cierto, las medidas se toman desconcertadamente y apuntan más hacia el odio que, hacia una revolución o cambio estructural.
Seguirán las impremeditaciones en todos los órdenes y traficantes de todas las layas estarán a la espera de sus tajadas. La visión país irá en detrimento, la duda será cada día mayor para las calificadoras de riesgo. Nuestros bonos serán petardos en noches de galas. En tan pocos días del 2007, Chávez se encargó de mostrarle a los venezolanos cuáles eran sus reales intenciones, y sus cofrades quedaron desechados con el partido único. Vendrán incontables purgas internas, miraremos a quienes hasta ayer fueron sus aliados, convertidos en bodrio; borrascosos los momentos para los “amigos” chavistas. Yacerán los primeros crucificados por la “corrupción” ¡Pobre gente! Tanto arar en los fondos del Estado para nada, qué concupiscencia tan extraña. Igual pasó en Cuba y en la vieja URRS, quienes primeros cayeron en desgracia fueron los solidarios servidores, aquí ocurrirá similar con quienes entronizaron al chavismo, los que sabotearon a la disidencia y se prestaron a las componendas.
El régimen enfila sus baterías contra la empresa privada, con impuestos, coerciones; acabarla es su objetivo para seguir privilegiando las importaciones mientras existan los petrodólares. Así intentan vigorizar el Estado omnipotente y arruinar la economía privada. Los compatriotas que pisaron esa concha de mango redentora del chavismo, verán como prontamente se esfuma lo que lograron en estos últimos años. Empezarán con los banqueros de nueva generación y empresarios del proceso. Será una ruina compartida que, arrastrará a Venezuela hacia lo más hondo de la sima. La experiencia cubana recuerda las muerte inusitadas de Camilo Cienfuegos y el suicidio del dueño de la revista Bohemia, que podría reeditarse en Venezuela. Se equivocan quienes vaporosamente viven de la coyuntura “socialista”, y con codicia obtienen rutilantes fortunas de la noche a la mañana, desaparecerán de la misma manera como la libertad se disipa. Venezuela es un caso excepcional en algunas dimensiones cuando vemos una negación histórica, histéricamente en “vigencia”. ¡Soy socialista, somos socialistas, la riqueza nos coronará! Ésa es la “esperanza” del pobre, ésa es la “ilusión” del rico, pero no es el deseo del Jefe Único, quien machaca su socialismo del siglo XXI tal como lo concibió la ortodoxia comunista, donde se reduce los espacios de la burguesía a 0.
Tiempos de horror se otean en ese nebuloso horizonte, con el nuevo modelo educativo, laico y socialista, con las expropiaciones y nacionalizaciones de empresas, observaremos si al final se cumplen los compromisos, pagándole a sus acreedores. Algo muy sórdido se oculta detrás de todo esto, negocios y comisiones abultarán los bolsillos de los nuevos ricos revolucionarios. El problema está en que todos los cambios o trastoques no durarán mucho tiempo, ni sus detentadores podrán guardarlos. El país luego de esta locura quedará destruido, habrá que reconstruirlo piedra a piedra. El régimen no dejará nada levantado antes de su partida, y los venezolanos engañados se darán cuenta tardíamente del fiasco que se avecina con la súper Ley Habilitante, que dará piso al socialismo del siglo XXI.
Tiempos de horror que inevitablemente tendremos que vivir antes de creer que el país se hunde.