
Érase una vez… Venezuela, un país de breves discordias sociales, a pesar de la disociación entre pobres y ricos. Se guardaban ciertas apariencias de honestidad, no se habían perdido las buenas costumbres y se conservaban las instituciones autónomas. No era un dechado de virtudes pero existía el derecho al pataleo y acceso a la justicia. El venezolano no supo aprovechar esta oportunidad en cuarenta años, poco hicieron para que la brecha entre pobres y ricos se acortara, el petróleo fluyó sin que en nada beneficiara al común de sus pobladores. Los bolsillos de los corruptos se llenaron, impávidos ante la miseria, sólo se preocuparon por hacer más “política”.
Así llegó Venezuela a caer en manos de golpistas, accediendo a una “revolución” que terminó agotando la nación en un decenio. Entretanto algunos de sus habitantes permanecen impasibles ante la devastadora “obra” de esa “revolución,” consintiendo muchas cosas que comprometen su devenir a cambio de unos pocos bolívares, y de la irrefutable “caña” del más curtido alcohol etílico. Caballos, caña, loterías, abalorios son parte de lo cotidiano de algunos compatriotas que sufren la pobreza con esperanzas inciertas, ahogando sus cuitas en forma ligera.
Hasta ahora el pueblo no había sentido la escasez de sus “carburantes”, aguantando hambre, recogiendo latas y otros corotos, abrigando las esperanzas de los tiempos mejores. Imaginándose una aparición inesperada y milagrosa de su comandante, saliendo personalmente con mochilas cargadas de dinero a repartirlas, llamándoles por su nombre o apelativo: Pedro, “Cara e’ gallo”, aquí tienes lo tuyo, mil “palos” les corresponde por cabeza, hagan la cola para la entrega, que mis oficiales se encargarán de terminar de repartirles el botín petrolero. Pero no fue así, les dio el libertinaje y la esperanza de mejorar, con argucias les trazó la senda de las misiones, de los consejos comunales como solución de todos los males sociales, universidades para que se graduaran de atorrantes, sin competencias académicas y llegaran a ser “doctoles”. Esos son los títulos que se obtienen en las universidades “revolucionarias”. Les creó tantas ambiciones que ahora se las irá quitando una a una, amparado en la nueva “moral revolucionaria” que no quiere ver más borrachos ni apostadores, luego de propiciarlos hasta la saciedad. En las marchas y tareas agitadoras los insumos imprescindibles son el alcohol y los cohetes tumba casas. En los ágapes bolibugueses corren las mejores campañas del mundo y los wisquies de 18 años, en conjunción con las tragantonas.
Ya se ha hablado profusamente de los lujos revolucionarios con sus carros poderosos, pero tenemos que repetirlo, porque en la nueva “moral revolucionaria” también les atañe su parte y es bueno alertar a los compradores que, pronto los modelos y repuestos de autos serán restringidos y las ensambladoras están bastante preocupadas, viendo como un negocio tan lucrativo estará “adaptado” a las necesidades de la revolución. La “moral revolucionaria” será aplicable a todos los venezolanos, crucificados y enterrados en fosas comunes si fuere necesario, fenecerá la libertad para discurrir, hablar y “beber caña”.
No habrá esperanza que valga cuando traten de imponernos una libreta de racionamiento, ya seremos parte de Cuba y de sus miserias. Se me olvidaba mencionar el cigarro tan dañino para la salud pero de consumo masivo, duplicó su precio por órdenes expresas del comandante. Qué porvenir tan adusto le espera al venezolano o al pobre venezolano que permita le impongan una “reforma constitucional” para terminar con todas sus libertades, esperando que las parvedades de la “revolución” le asignen su “nueva moral”. Será parte del espectáculo que pronto veremos, difiriendo para siempre una Venezuela independiente, cuando se borre en este país cuanta bondad tuvo antes de ser la “V República”, revolucionaria y envilecedora de nuestro patrimonio, y posiblemente de nuestras vidas si lo consentimos, entregados e indefensos.
de Francisco Alarcón
También publicado en Diario 2001, Noticiero digital, Oriente Digital (España) y Diario de América (USA)
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